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Location: Manuel Alberti (Pilar ) Las Toninas, Buenos Aires, Argentina

Friday, August 25, 2006

De todo un poco y en ultimo momento

Tema: Armas químicas, biológicas y nucleares

Alumno: Abel Brizuela

Curso: 1° 6°

Escuela: E. E. M N ° 5

Las primeras referencias que se tienen sobre el uso de las armas químicas, se remonta al año 432 antes de Cristo, cuando los aliados de Esparta en la guerra de Peloponeso tomaron un fuerte ateniense, empleando humo de carbones encendidos, azufre y brea a través de un orificio que hicieron en el fuerte.
Otros conflictos durante épocas posteriores mostraron el uso del humo y del fuego. Los griegos, durante el siglo VII antes de Cristo inventaron el Fuego Griego, una combinación de resina, azufre, brea, caliza y salitre. Esta mezcla flotaba en el agua y era particularmente útil en operaciones navales. Durante los siglos XV y XVI, Venecia empleó venenos inespecíficos que afectaban a la personas, cosechas animales y pozos de agua.

Con el desarrollo de la química inorgánica durante la última década del siglo XIX y principios del XX, las armas químicas empiezan a tener más importancia y a alcanzar mayor grado de sofisticación.

Podemos considerar que es durante la Primera Guerra Mundial cuando estas armas se empiezan a utilizar de forma habitual.

Los alemanes lanzaron 150 toneladas de gas cloro en 6.000 cilindros. Este ataque que probablemente no causó más de 800 muertos en las tropas aliadas, fue devastador psicológicamente para los 15.000 soldados de las tropas aliadas.

Por su parte, el ejercito británico respondió al ataque también con cloro y ambos bandos incrementaron su armamento con dos nuevos productos: el fosgeno y la cloropicrina. Tanto el cloro como el fosgeno y la cloropicrina, atacan a las vías respiratorias y dieron lugar al desarrollo de máscaras como protección de estos agentes.

En 1917, la artillería alemana lanzó granadas con un nuevo tipo de agente químico: el gas mostaza. El gas mostaza es un líquido relativamente poco volátil y causa otros tipos de problemas. Afecta a los pulmones, ojos y piel, y además, se adhiere a las ropas y al material de guerra.

Entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, continuó el debate sobre las armas químicas en los Estados Unidos y en foros internacionales. El Protocolo de Ginebra de 1925 implicaba la prohibición del uso de armas químicas, pero no de tenerlas. El Protocolo reservaba el derecho de uso de armamento químico en respuesta a ataques químicos.

En los años 30, Alemania sintetizó los llamados compuestos organofosforosos. El tabun (GA) y el sarin (GB). Los nazis almacenaron miles de toneladas de estos compuestos llamados agentes nerviosos. Estos compuestos interfieren con el sistema nervioso central. Sin embargo, durante la Segunda Guerra Mundial, con excepción de Japón durante los ataques a China, no se utilizaron armas químicas, aunque Alemania empleó cianuro y otros productos químicos en los campos de concentración. Después de la Segunda Guerra Mundial, se siguieron almacenando armas químicas.

Posteriormente, se han utilizado armas químicas en la guerra Iran-Iraq (1980). Y a causa de la confirmación del empleo de las armas químicas por el ejército irakí, en la guerra entre Estados Unidos e Irak (1990) se planificó cuidadosamente la defensa frente a posibles ataques químicos.

Despues del cese del fuego en febrero de 1991, las Naciones Unidas inspeccionaron y descubrieron agentes nerviosos y productos mostaza en Al Muthanna (Irak) . Es posible que existan otros almacenamientos de armas químicas en Irak.

Agentes nerviosos

Son compuestos organofosforados inhibidores del enzima colinesterasa en los tejidos, y sus efectos son causados por el resultado de un exceso de acetilcolina. Pueden causar la muerte al cabo de unas minutos de la exposición. Son líquidos en condiciones especiales de temperatura. Los más volátiles, al dispersarse se convierten en vapor.

Nombre de los agentes GA, GB, GD, VX

Los agentes nerviosos se desarrollaron antes de la II Guerra Mundial en Alemania. Los alemanes disponían de grandes reservas de estos productos pero no los utilizaron durante la guerra, por razones que no están del todo claras. Justo antes de comenzar la guerra, los aliados descubrieron estos almacenes y fabricaron estos productos, concretamente el GB y VX.

Los agentes nerviosos constituyen una de las mayores amenazas militares. Solo se tiene evidencia de su utilización en el conflicto Iraq-Irán. Los servicios de inteligencia indican que muchos países tienen tecnología para la fabricación de estos productos.

Sintomatología cuando se inhala en fase vapor:
Exposición débil:
miosis, rinorrea y dificultad respiratoria.
Exposición fuerte: Pérdida de la consciencia de forma repentina, convulsiones, apnea, náuseas, parálisis flácida y secreciones abundantes

En fase líquida sobre la piel:

Pequeña o moderada exposición: sudoración localizada, náuseas, vómitos, debilidad
Exposición continuada: repentina pérdida de consciencia, convulsiones, apnea, parálisis flácida, secreciones abundantes
Detección: se detecta con detectores específicos

Descontaminación: M291, M258A1, hipoclorito y grandes cantidades de agua

Tratamiento: Atropina y cloruro de pralidoxima; en casos graves, hay que administrar diazepam; ventilación y succión por las vías respiratorias.

Agentes viscecantes

El gas mostaza ha supuesto una amenaza militar desde su utilización como arma química durante la I Guerra Mundial. Las mostazas nitrogenadas fueron sintetizadas en 1930 pero no se produjeron en grandes cantidades para armamento. La mecloretamina se convirtió en un producto utilizado en quimioterapia para el cáncer.

El Lewisite fue sintetizado durante la última época de la I Guerra Mundial, pero probablemente no llegó a uitlizarse

La oxima de fosgeno es un urticante corrosivo pero tampoco se tiene evidencia de su uso en ninguna contienda.

Los agentes vesicantes, especialmente el gas mostaza se introdujeron durante la I Guerra Mundial. La exposición puede ser bien en fase vapor o en fase líquida. Los efectos aparecen después de haber transcurrido varias horas de que ocurra la exposición.
Síntomas: piel con eritema y vesículas, ojos (conjuntivitis), vías respiratorias ( irritación débil en el aparato respiratorio pudiendo llegar a lesiones bronquiales severas que producen hemorragias en la mucosa respiratoria y muscular. Si la exposición es muy continuada , daña la médula ósea y ocasiona pancitopenia así como una mayor predisposición para contraer infecciones. El aparato gastrointestinal también se daña y, en ocasiones, aparecen síntomas que indica afección al sistema nervioso central. No hay antídoto y la terapia es sintomática. Una descontaminación inmediatamente después de sufrir la exposición, reduce los daños causados.

El gas mostaza ha sido utilizado como arma química después de la I Guerra Mundial en:

Italia contra Abisinia (1930)
Egipto contra el Yemen (1960)
Irak frente a Irán y los kurdos en 1980


El gas mostaza está todavía considerado como el agente químico más peligroso entre los países del antiguo Pacto de Varsovia y los países más pobre

Agentes incapacitantes

El uso de productos químicos que alteren el estado mental de las tropas enemigas es tan antiguo como el tiempo. La utilización de productos químicos no letales que incapaciten al enemigo se conoce desde al año 600 antes de Cristo por los soldados de Solon en Grecia, que emplearon raíces de plantas en el agua de abastecimiento de las tropas enemigas. En el 184 a.C., Anibal, usó plantas de belladona para desorientar a las tropas enemigas, y el obispo de Muenster intento asaltar la ciudad de Groningen con granadas que contenían belladona. En 1881 miembros de un expedición en el Norte de África observaron que algunas tribus utilizaban deliberadamente Hyoscyamus falezlez. En 1908, soldados franceses en Hanoi, fueron intoxicados con plantas de estas características. Se ha acusado a la Unión Soviética de utilizar internamente estos compuestos.

En Estados Unidos se comenzó a estudiar los agentes incapacitantes, que incluyen indoles y producen efectos alucinatorios como la dietil amina del ácido lisérgico (LSD-25) y derivados de la marihuana, ciertos tranquilizantes y glicolatos anticolinérgicos. Uno de estos compuestos, el 3 quinuclidimil bencilato, fue asignado por la NATO con el código BZ y fue considerado como arma química en 1960. En 1998, existen alegaciones del usos de estos productos por parte del ejercito yugoslavo frente a los refugiados de Bosnia, para causar un estado alucinatorio y comportamiento irracional.

BZ y Agente 15

Estos compuestos son glicolatos anticolinérgicos relacionados con la atropina, escopolamina e hiosciamina. Se puede inhalar, ingerir o absober a través de la piel. Actúa como un competente inhibidor de la acetilcolina siendo sus efectos sobre el sistema nervioso periférico contrarios a los causados por los agentes nerviosos. Causan estupor, confusión y alucinaciones. Fué considerado arma militar por parte de los Estados Unidos haste el año 1988. El Agente 15, es un supuesto agente incapacitante iraquí, probablemente idéntico al BZ o muy parecido. Se dice que Irak contaba con una gran producción de este compuesto en la Guerra del Golfo.
El diagnóstico se realiza mediante la acción combinada los anticolinérgicos PNS y CNS.
El antídoto especifico es la Phisostigmina, que incrementa la concentración de acetilcolina en la sinapsis y en las uniones neuroglandulares y neuromusculares

Armas biológicas

De forma similar al empleo de las armas químicas, el empleo de las armas biológicas no es algo que se haya originado en los últimos tiempos, sino que se remonta a épocas muy anteriores.

La primera documentación data del siglo VI antes de Cristo. Los asirios envenenaron los pozos de agua del enemigo con ergotamina, producida por el cornezuelo del centeno. Esta toxina produce efectos gastrointestinales severos.

La Peste Negra que diezmó Europa durante la Edad Media pudo haber pasado a Europa a través de los supervivientes de Kaffa (Crimea). Parece ser, que durante el asedio de esta ciudad por los Tártaros, éstos tuvieron un brote de peste. En un intento para que la plaza se rindiese, lanzaron los cadáveres dentro de la cuidad. Esto originó una terrible epidemia que dio como resultado la rendición de la plaza.

También existe documentación del uso de la viruela como arma biológica. El Ejército Británico utilizó ropas infectadas de viruela frente a los nativos americanos que militaban con los franceses durante la Guerra de Francia con los indios. El Ejército americano durante el sometimiento de los indios en las grandes llanuras, usó mantas infectadas con viruela con resultados devastadores.

Japón también utilizó bombas que contenían material contaminado de peste y tifus en la campaña contra Corea y Manchuria. En épocas muy recientes como en la Guerra del Golfo, los iraquís utilizaron material biológico, agentes del Anthrax, toxinas botulíticas y el Clostridium perfringens.

Finalmente, en 1972 se firmó el acuerdo que prohibía la producción y almacenamiento de armas y toxinas biológicas (BTWC). Este acuerdo se firmó simultáneamente en Londres, Moscú y Washington. Hasta la fecha actual, este acuerdo lo han firmado además de Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS, 130 estados de todo el mundo.

De forma similar al empleo de las armas químicas, el empleo de las armas biológicas no es algo que se haya originado en los últimos tiempos, sino que se remonta a épocas muy anteriores.

La primera documentación data del siglo VI antes de Cristo. Los asirios envenenaron los pozos de agua del enemigo con ergotamina, producida por el cornezuelo del centeno. Esta toxina produce efectos gastrointestinales severos.

La Peste Negra que diezmó Europa durante la Edad Media pudo haber pasado a Europa a través de los supervivientes de Kaffa (Crimea). Parece ser, que durante el asedio de esta ciudad por los Tártaros, éstos tuvieron un brote de peste. En un intento para que la plaza se rindiese, lanzaron los cadáveres dentro de la cuidad. Esto originó una terrible epidemia que dio como resultado la rendición de la plaza.

También existe documentación del uso de la viruela como arma biológica. El Ejército Británico utilizó ropas infectadas de viruela frente a los nativos americanos que militaban con los franceses durante la Guerra de Francia con los indios. El Ejército americano durante el sometimiento de los indios en las grandes llanuras, usó mantas infectadas con viruela con resultados devastadores.

Japón también utilizó bombas que contenían material contaminado de peste y tifus en la campaña contra Corea y Manchuria. En épocas muy recientes como en la Guerra del Golfo, los iraquís utilizaron material biológico, agentes del Anthrax, toxinas botulíticas y el Clostridium perfringens.

Finalmente, en 1972 se firmó el acuerdo que prohibía la producción y almacenamiento de armas y toxinas biológicas (BTWC). Este acuerdo se firmó simultáneamente en Londres, Moscú y Washington. Hasta la fecha actual, este acuerdo lo han firmado además de Estados Unidos, Gran Bretaña y la URSS, 130 estados de todo el mundo.


Ántrax


Bacillus anthracis, organismo esporulado, gram positivo cuyas esporas constituyen la forma usual de contagio.

El Anthrax se da en animales hervíboros tanto domésticos (ganado, ovejas, cabras...) como salvajes. El contagio a los humanos de forma natural se produce por la lana, el pelo, sangre y excrementos de animales enfermos, por ingesta de carne de animales contaminados o por inhalación de esporas.

Las esporas de Anthrax fueron consideradas como arma biológica por los Estados Unidos en la década de 1950-60 antes de que finalizase el anterior programa biológico ofensivo de Estados Unidos. Otros países, han considerado también a este agente como arma biológica. Estas bacterias son fáciles de cultivar y la producción de esporas es muy rápida. Las esporas son muy resistentes a la luz solar, calor y desinfectantes. Irak admitió a las Naciones Unidas haber investigado sobre esta bacteria antes de la Guerra del Golfo en 1991, y en 1995 admitió el anthrax como arma biológica.

Periodo de incubación: 1-6 días. Produce: fiebre, malestar, fatiga, dolor torácico, seguido por un proceso respiratorio severo con disnea, diaforesis, estridor y cianosis. El shock y la muerte ocurre dentro de 24-36 horas después de presentar síntomas severos.

Viruela

Agente: Virus variola


A pesar que la viruela fue declarada como enfermedad erradicada por la Organización Mundial de la Salud en 1980, continúa siendo una amenaza militar. Esta amenaza se debe a la infectividad a través de aerosoles, la facilidad de producción a gran escala y a un incremento del Orthopoxvirus en su forma no modificada.

La misma OMS aprobó el mantenimiento de repositorios del virus de la viruela en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) en Atlanta y en el Instituto para Preparaciones Virales de Moscú. Se desconoce si existen otros stoks de este virus en otras partes del mundo. En enero de 1996, la OMS recomendaba la destrucción de todos los stocks de viruela para junio de 1999.

En el siglo XVIII la viruela fue utilizada por la Armada Británica frente a los nativos americanos por medio de mantas contaminadas de enfermos de viruela. Durante la II Guerra Mundial los japoneses consideraron usar la viruela como arma biológica.

Ricino

El ricino es una potente toxina que se obtiene de las semillas de la planta del ricino o higuerilla (Ricinus communis). Al cabo de 8 horas de haber inhalado la toxina, se producen cambios patológicos y síntomas respiratorios severos, seguidos de fallo respiratorio hipóxico en 36-72 horas. Si se ingiere, se producen síntomas gastrointestinales severos seguido de colapso vascular y muerte. Administra por vía intramuscular a animales de laboratorio, produce coagulación intravascular diseminada, fallo microcirculatorio y un fallo orgánico múltiple.

El ricino está considerada como un arma biológica potencial no solo a causa de su gran toxicidad y que la toxina es muy estable, sino porque esta planta es muy abundante en casi todos los lugares.
En 1978 en Londres, fue asesinado el disidente búlgaro Georgi Markov hiriéndole con un paraguas previamente contaminado con esta toxina.


Armas nucleares

El arma tipo de los EE.UU. es de 0´5 Mt., sin ser escasas las de 9 ó 20 Mt, siendo la mayor detonada de 60 Mt. en Novaya Zemlya (URSS) el 30 de octubre de 1961. Se distinguen generalmente dos tipos de armas nucleares según su uso:

  • Armas nucleares estratégicas: suelen ser las de mayor megatonaje, y son las que se lanzan generalmente a objetivos determinados con bastante tiempo (ciudades, silos, muelles), se admiten en esta categoría las situadas en submarinos, silos y bombarderos.
  • Armas nucleares tácticas o de teatro: suelen ser de pequeño calibre (decenas de kilotones) y son disparas en misiones "a pie de guerra" desde baterías artilleras, cazas, cargas de profundidad o torpedos. Los objetivos podrían ser flotas, ejércitos o avanzadas.

No hay que olvidar que ésta es sólo una distinción teórica a modo de guía y que algunas veces se infringe. El número total de bombas estratégicas y tácticas ronda las 50.000, repartidas principalmente en las dos superpotencias tradicionales; en el resto de los países el megatonage total es pequeño y está muy repartido en gran cantidad de bombas de pequeña potencia.

Aunque ya se dijo, las bombas nucleares, según su funcionamiento, se dividen en los siguientes tipos:

  • Fisión: Los átomos pesados de uranio, plutonio, polonio y otros en forma de isótopos o mezclados, se dividen liberando gran cantidad de energía. Es el caso de una bomba básica, como las que se lanzaron sobre Hiroshima o Nagasaki. Se las denomina bombas A.
  • Fisión-Fusión: perfeccionando las anteriores se llega a la conclusión de que las altas temperaturas generadas en la fisión pueden dar lugar a una fusión (unión) de átomos ligeros (deuterio, tritio) para formar helio. Aunque la energía liberada por la fusión es menor para cada unión de partículas que la producida por la fisión, para una misma masa de material existen muchísimas más partículas ligeras que pesadas. Así, para 0´5 Kg. de isótopos de hidrógeno se liberan 20 Kt., tres veces más que con el uranio. A estas bombas se las denomina termonucleares por la cantidad de calor necesario para producir la fusión; también se llaman bombas H.
  • Fisión-Fusión-Fisión: las dos primeras fases de este arma son como las de una bomba H normal, la diferencia es que los neutrones rápidos generados en la fusión chocan con una cubierta exterior de U-238 o uranio natural generando otra detonación que libera aún más radioactividad.
  • Bomba de neutrones: es un caso modificado de bomba H. En una bomba H normal el 50% de la energía es producida por la fusión y el otro 50% por la fisión. En una bomba H "limpia" o de neutrones menos del 50% de la energía es debida a la fisión, por lo que la radioactividad duradera se reduce, se ha llegado a rebajar este porcentaje hasta el 5%. Así, una pequeña bomba de neutrones produce poca destrucción por la onda expansiva o el pulso térmico, pero libera gran cantidad de neutrones que bombardean los alrededores induciendo radioactividad a los materiales con los que chocan durante un corto periodo de tiempo (48 h.), produciendo daños a las personas sin destruir el entorno. Es por eso que se entiende a estas bombas como bombas tácticas.

En caso de guerra nuclear total sería raro que se detonara todo el arsenal, ya sea debido a fallos, destrucción de instalaciones o un ataque de sentido común. Por eso se suele tomar de 5.000 a 7.000 megatones como valor normal desencadenado en un conflicto total que detonaría de un tercio a la mitad del arsenal. La cantidad de bombas de fusión o fisión se repartiría al 50%.

Como es de imaginar prácticamente la mayoría de las detonaciones se centrarían en el hemisferio norte, dejado el sur expuesto solamente a los efectos globales.

Los objetivos a cubrir ya han sido diferenciados por los estrategas según la manera de anular al enemigo:

- Ataque antifuerzas: es el dirigido contra todo lo que constituya una amenaza militar, estarían incluidos aeropuertos estratégicos, silos de misiles, bases navales, arsenales, centros de comunicaciones, estaciones de alerta... y todo soporte para un ataque o defensa militar. Cabe observar que la mayoría de estos objetivos se hallan emplazados cerca o en ciudades. Dentro de éstos están los objetivos duros (silos de misiles, bunkers o instalaciones enterradas) que necesitan de una gran potencia detonada a ras de suelo o subterránea para producir algo de daño.

- Ataque antivalores: Su objetivo lo constituyen todas las industrias de soporte de guerra, transporte, refinerías, instalaciones de energía, emisoras de radio o TV, y por extensión mano de obra. Resumiendo se puede concretar que este objetivo lo constituyen casi enteramente ciudades. Estos se denominan objetivos blandos, ya que aunque suelen ser extensos son fácilmente destruidos.

En ningún caso se ha contado con la extensión de material radioactivo debido a la destrucción de centrales nucleares, depósitos de residuos o misiles nucleares. Aunque este sería un factor inevitable, no hace falta tenerlo en cuenta para ver los efectos horribles que tendrían lugar sin tener que contar siquiera con la enorme radioactividad residual que darían.

En el mundo hay menos de 2.500 ciudades con más de 100.000 habitantes, lo que no supondría un reto inalcanzable en caso de conflicto nuclear, dejando aún un gran margen para el resto de objetivos (que ya no serían muchos). Si este fuera el caso, de principio la ONU estima el número de bajas en 1.100 millones (toda la población mundial de hace 250 años o la sexta parte de la actual) y otros tantos heridos que tendrían de por sí muy pocas posibilidades de sobrevivir a corto plazo. La mitad de la población humana moriría en unos días.

Se han sugerido varios modelos de guerra atómica, tomando éstos como ejemplos teóricos para estudiar los efectos sobre el planeta:

  • Caso de referencia, ataques antivalores y antifuerzas: 5.000 Mt. detonados en 10.400 explosiones, de los que un 57% serían en superficie y un 20% sobre objetivos blandos.
  • Caso sólo antifuerzas: se supone que no hay grandes incendios al no verse implicadas ciudades, 3.000 Mt de los que un 70% son en superficie, de rangos de entre 1 a 10 Mt.
  • Caso sólo antivalores: se detonan 100 Mt en las ciudades, la media de potencia en las bombas es de 100 Kt.
  • Caso grave antivalores y antifuerzas: 10.000 Mt detonados un 15% en superficie, igual cantidad detonada sobre ciudades. La potencia oscila de 0´1 a 10 Mt.

Como ejemplo recordatorio diré que una explosión de 10 Kt detonada a una altura optima destruye los edificios o los deja irreparables a 1´6 km., y daña gravemente a los que están hasta a 2´4 km. La relación potencia-radio aumenta en proporción a la raíz cúbica. Así 10 Mt. es mil veces más potente que los 10 kt. del ejemplo anterior, las distancias se multiplican por diez . La propagación del pulso térmico depende de las condiciones meteorológicas, si se detona por encima de las nubes estas absorberán parte de ese calor.

REPERCUSIÓN DE LOS EFECTOS PRIMARIOS

La destrucción de los objetivos duros requiere detonaciones cerca del suelo que producen una pulverización instantánea de todo lo que se halle dentro de la bola de fuego que ascendiendo con el hongo se van haciendo radioactivas. La destrucción de ciudades requeriría detonaciones a mayor altura para extender los daños; así, lo que no quede estrujado, volatilizado o barrido se unirá al gran incendio resultante tras la explosión debido al pulso térmico y a la dificultad de apagar los incendios unido a los vientos que avivarían los pequeños fuegos. Se estima que en las ciudades industrializadas la cantidad de material combustible esta entre 40 kg/m2 hasta 200 kg/m2 en el centro de grandes ciudades. Por tanto las ciudades y sus cercanías se convertirían pronto en grandes incendios que elevarían a la atmósfera gran cantidad de cenizas. En las zonas de impacto (al igual que en Hiroshima) la temperatura bajaría inmediatamente después de la explosión y la oscuridad sería casi total entre los 30 y 60º de latitud norte .

grafica temperaturas atmosfera

Está demostrado que para bombas menores de 100 Kt. las cenizas y polvo radioactivo no se elevan más halla de la estratosfera, de modo que tras unas horas o días cae de nuevo a tierra sin producir más daños que los una lluvia radiactiva (que no es poco).

Para valores mayores de 100 Kt. los polvos microscópicos y cenizas se instalan en la estratosfera, por encima de las nubes a más de 13 km, permaneciendo allí durante largo tiempo. Se alcanza el valor máximo 1 Mt. en donde la bola fuego se coloca por completo en plena estratosfera, allí su alta temperatura quema el nitrógeno (N) de la atmósfera que ataca químicamente al ozono (O3) destruyéndolo (creando óxidos de nitrógeno). El ozono es el que impide que los rayos ultravioletas lleguen a la superficie de la tierra y dañen a las especies vivas. Las columnas de humo producidas por incendios en ciudades se elevarían entre 1 y 7 km., un 5% de ellos serían tempestades de fuego, donde el humo llegarían a los 19 km. (dentro de la estratosfera). En los incendios no urbanos como mucho llegarían a los 5 km., y los de larga duración a los 2 km.

Así pues, tras las explosiones se tendrá un panorama en el que el caso elegido sólo tendrá repercusiones cuantitativas. Las partículas debidas a los incendios y detonaciones se colocarán en la estratosfera oscureciendo la luz del sol durante semanas o meses, de modo que la temperatura del planeta bajará varios grados. Una vez que la atmósfera se vaya aclarando la luz ultravioleta se empezará a filtrar hasta la superficie para dañar a la poca vida que aún resista. La buena noticia es que por muy grave que sea el conflicto no parece probable que se induzca una nueva era glacial.

El umbral sobre el cual se hacen catastróficos los efectos globales es el de 100 Mt, repartidos en 1000 bombas de 0´1 Mt, y como veremos son debidos más a las cenizas de los incendios y detonaciones que a otros factores. Esto no significa que un ataque puramente antifuerzas no produzca un desastre climático, ya que seguro que si se lanzan 3.000 Mt se producirían incendios. Es lógico suponer que el umbral no es una barrera antes de la cual no pasa nada y tras ella sí, los efectos se van agravando de manera progresiva según nos acercamos a ella y son muy graves al rebasarla.

grafica temperaturas 30 dias despues de la guerra

INVIERNO NUCLEAR

Tenemos experiencia sobre los efectos que producen un pequeño cambio de temperatura global. En 1815 la erupción del volcán Tambora en Indonesia produjo un descenso de 1º C en todo el planeta debido a la proyección de ceniza volcánica a la atmósfera. Los fríos durante el siguiente año dieron en Europa y EE.UU. el nombre de año sin verano. Las repercusiones van más allá de abrigarse un poco, ya que con ese pequeño cambio todo el cultivo de maíz en Canadá se perdería (es uno de los mayores exportadores, junto con EE.UU.). Pequeños cambios globales producen enormes repercusiones locales. Un cambio de 1º C es lo máximo que sufre el planeta en miles de años, durante las glaciaciones las temperaturas bajan hasta 10 ºC, pero de manera gradual durante siglos, dando tiempo a las especies a aclimatarse.

En caso de un invierno nuclear la temperatura global baja de manera drástica en días, desde 10ºC en el caso más modesto (1.1) hasta 50ºC en el más severo (1.7).

Esto es debido a que las negras cenizas microscópicas producidas los incendios y detonaciones se situarían en la alta atmósfera, libres de la lluvia o corrientes, así que irían cayendo de manera muy lenta mientras en la superficie la oscuridad haría descender la temperatura e impidiendo la fotosíntesis de las plantas. En los casos 1 y 1.4 la luz sería como si el día estuviera muy cubierto para llover, así durante más de dos meses. En los casos 1 y 1.7 la luz sería del 0,1% durante un año para ir recuperándose poco a poco.

Al estudiar un ecosistema nos damos cuenta que está interrelacionado con los inmediatos, de modo que da y toma recursos de los demás. Sin embargo no es simplemente un intercambio, un círculo vicioso de recursos que cambian de manos, porque a su vez todo el planeta y cada una de sus partes necesitan de un aporte de energía exterior, y esta es la luz del sol. Las plantas (y otros organismos análogos) tienen la misión planetaria de recoger esta energía y convertirla en algo potable para el resto de los seres. Así que, si quitamos la luz del sol, las plantas sucumben, las especies que dependen de ellas también y los depredadores con ellos. Nuestro planeta es una gran célula fotobiológica que convierte la luz del sol en material biológico.

grafica temperaturas 120 dias despues de la guerra

Pero además el Sol es el motor fisico-químico que mueve y da dinamismo al planeta, ya que gracias a su calor se produce al ciclo de agua, las corrientes atmosféricas y la temperatura necesaria para la vida. Así las especies dependemos de los servicios gratuitos que nos da el planeta a través del Sol: agua potable renovable, composición de la atmósfera, renovación de los nutrientes, eliminación de residuos, generación y conservación de los suelos y una gran biblioteca genética constituida por todas las especies del planeta que habitan cada nicho ecológico y sacan de él el mayor rendimiento.

Los grandes incendios por sí solos ya causarían el mayor daño al planeta: las nubes de polvo microscópico negro ocultarían la luz del Sol, grandes nubes de humo y gases tóxicos de la combustión de ciudades e industrias ahogarían la superficie, la luz ultravioleta que terminaría por filtrarse dañando el ADN de las especies, escape de sustancias tóxicas que contaminarían el suelo y las aguas. Todo esto ocurriría de manera casi simultanea, siendo la suma mucho más que cada una de las partes, extendiéndose además por todo el planeta.

Un efecto determinante en la destrucción del ecosistema planetario es el producido sobre las plantas verdes, que son la base de la vida y las más afectadas por el frío y la oscuridad. Es de suponer que las más afectadas serían las menos aclimatadas al frío. Los bosques tropicales serían los primeros en desaparecer, y aunque las plantas de las zonas frías están hechas al frío, un descenso brusco podría ser letal. Una reducción del 5% de la luz solar es suficiente para detener el crecimiento de la planta, y un 10% reduce considerablemente la fotosíntesis. Para el caso de 10.000 Mt la luz se reduciría hasta un 1% durante más de un mes en el hemisferio norte, alcanzando el 50% a los 8 meses. Si la temperatura media del planeta son 13º C descendería hasta –40ºC en la parte templada del hemisferio norte durante 4 meses, llegando a -3ºC al cabo de un año.

Temperatura en las supericies continentales

De esto se deduce que la peor de las circunstancias posibles es la de una guerra nuclear en la época de crecimiento vegetal o poco antes, siendo entonces muerta prácticamente toda la vegetación del hemisferio norte. Si fuera en la época de aletargamiento el daño sería menor pero siempre enorme, impidiendo que la fase posterior de crecimiento fuera bueno; además, un invierno más frío sí afectaría árboles perennes (por ejemplo los frutales). Sea cuando fuera, los trópicos están acostumbrados a temperaturas prácticamente estables, así que un descenso brusco sería fatal en todos los casos. Los efectos del frío en las costas sería más moderado debido al efecto regulador térmico de los océanos, aunque se verían barridas por tormentas brutales debidas precisamente a esa diferencia de temperatura entre la tierra y el mar.

ADEMÁS DEL FRÍO Y LA OSCURIDAD

Un factor muy importante al evaluar los efectos de una guerra nuclear son los sinergismos, es decir, el conjunto es mucho más que la suma de sus partes. Un buen ejemplo es que el sistema inmunológico humano se ve seriamente dañado cuando se superpone la radiacción ionizante instantánea y la debida a la ceniza radioactiva como la exposición a la luz ultravioleta. El frío y la oscuridad acabarían con muchos mamíferos y casi todas las aves, así que millones de cadáveres en descomposición facilitarían la aparición de enfermedades que atacarían a los ya de por sí débiles. La ausencia de depredadores haría a los insectos (que son muy resistentes) multiplicarse, consumiendo la poca vegetación que quedase; además, ese aumento de luz ultravioleta (hasta se cuadruplicaría) dejaría ciegos a muchos mamíferos, impidiéndoles ver aún después de que hubiera luz, abocándoles a una muerte lenta. Los sinergismos actúan de manera favorable cuando las cosas van bien, y empeoran las cosas cuando todo va mal.

Los óxidos de nitrógeno inyectados a la atmósfera por las bolas de fuego habrían acabado hasta con el 50% de la capa de ozono, que se recuperaría mucho después de que la atmósfera fuera de nuevo transparente. La reacción de las plantas ante un aumento de la luz ultravioleta es el de reducir la fotosíntesis, este efecto se multiplica por dos o tres si han permanecido largo tiempo en penumbra. De modo que aunque la luz y el calor llenen de nuevo el planeta las plantas supervivientes tardarán meses en volver a producir.

El descenso de las temperaturas causaría un congelamiento del agua continental, salvándose los mares tanto por su concentración de sal como por su efecto atenuante de la temperatura. Así tendríamos ríos y lagos congelados hasta en 1´5 m. Estas variaciones de temperatura detendrían el ciclo del agua, matando tanto lo que se hallara en la aguas congeladas como fuera.

El mar no sufriría apenas por la caída de temperatura, sin embargo la luz es imprescindible para la vida del plancton y algas, que son la base de la vida oceánica, también el aumento de la luz ultravioleta inhibe el crecimiento del fitoplancton. Las tempestades debidas a las diferencias de temperatura tierra-mar harían también difícil la vida a las especies costeras.

CÁLIDA LLUVIA DE POLVO RADIOACTIVO

Y por si todo lo anterior no era poco, aún queda tener en cuenta que gran parte de ese polvo en suspensión a baja altura es radioactivo. Este caería rápidamente en forma de lluvia radioactiva contaminando con dosis letales la tierra durante las primeras 48 h. Hasta un 30% de la tierras del hemisferio norte recibirían más de 500 rems, acabando con la mitad de los adultos sanos que hubiera. Poca gente sana quedaría tras las primeras horas, así que esta radiacción remataría a más del 50% de supervivientes, dejando secuelas a casi todo habitante del planeta: baja resistencia a las enfermedades, alta probabilidad de cancer, mutaciones y malformaciones. La radiacción media de fondo en todo el planeta sería superior a 100 rem y en el hemisferio norte mayor a 200 rem.

La resistencia a la radioactividad varía según las especies, así las aves, los mamíferos y las coníferas son los más sensibles, siendo por lo general más resistentes los organismos más sencillos y de más corto ciclo reproductivo, entre los que se encuentran los que causan enfermedades (virus y bacterias).

Además las primeras lluvias que llevarían radioactividad a la tierra también arrastrarían los compuestos químicos residuales de los incendios de las ciudades, estos sería un amplio conglomerado de productos tóxicos como cloruros de vinilo, furanos y piroexenos procedentes de las comodidades de la sociedad moderna: plásticos, textiles, residuos, combustibles... Así la lluvia sería además lluvia ácida concentrada, una zancadilla más para los seres vivos.

Las sustancias radioactivas con las cenizas sedimentadas que cubrirían los campos, calles y edificios sería muy parecidos a los que se ve en las erupciones volcánicas, salvo que este contendría los siguientes elementos durante un determinado tiempo: I 131 (8 días), Ru 106 (1 año) , Sr 90 (30 años), Ca 137 (30 años) y Cs 130 (30 años). Esto daría 500 rems como media en el hemisferio norte durante el primer día, 100 rems hasta el primer mes y 10 rems hasta pasado un año. En el hemisferio sur serían menores los efectos a corto plazo (100 rems el primer mes) pero muy parecidos los de largo plazo.

CUANDO POR FIN SE VE LO QUE QUEDA

Si alguien quedara para ver lo que queda no agradecería su suerte. Los pozos de petróleo, minas de carbón y turberas continuarían ardiendo durante meses o años, un 5% de la tierra del hemisferio norte sería sólo cenizas. La erosión del suelo por falta de vegetación causaría inundaciones y avalanchas de barro y despojos. Las aguas y la tierra estarían contaminadas, no habría nada que comer o beber, y lo que quedase estaría seriamente contaminado.

No se puede imaginar el estado psicológico de los supervivientes de una guerra nuclear, pero el pasar de una vida cómoda a la más absoluta soledad y desamparo en semanas (incluso los más desfavorecidos lo verían así) sería para volver a cualquiera loco o por lo menos para caer en la más honda de las depresiones, quizás hasta un estado de postración absoluto en espera de la muerte.

Los que saldrían algo mejor parados serían las especies carroñeras, rodeadas de gran cantidad de cadáveres su número se multiplicaría vertiginosamente. Así la fauna del "día después" serían unas orondas ratas, cucarachas y moscas.

Se piensa generalmente en lo que harían los supervivientes de una guerra nuclear, aunque hemos visto que en realidad no serían muchos por no decir ninguno. Sin embargo, si la guerra fuera pequeña y poniéndonos en el mejor de los casos, la supervivencia sería posible (aunque desagradable) y dependería en gran medida del nivel de destrucción alcanzado. En cualquier caso veremos qué les esperaría, teniendo en cuenta que aunque la guerra se situara sobre todo en el hemisferio norte, el sur se vería también afectado, aunque menos en los efectos más inmediatos, igualmente en los de medio y largo plazo.

Si pensamos en los bancos de semillas y almacenes de grano, veremos que por estar cerca de la ciudad o cultivos seguramente habrían ardido. Las semillas que permanecieran bajo tierra estarían relativamente a salvo, ya que las altas temperaturas debidas atormentas de fuego las dañarían también. Los medios de transporte de recursos se hallarían casi por completo destruídos, por lo que cada grupo se las tendría que apañar como pudiera.

Los supervivientes tendrían que subsistir de lo que ellos mismos pudieran plantar o criar. Tendrían que buscar suelos adecuados y no contaminados, y recurrir a plantar lo que más a mano tuvieran, ya que la variedad genética sería mínima. Hasta que el clima se restableciera el tiempo sería impredecible y extremo, además las plantas necesitan de otras cosas como polinización, microorganismos y ausencia de plagas, así los primeros cultivos darían resultados poco provechosos. Las zonas más afectadas serían los trópicos en donde la perdida de los ecosistemas haría muy difícil una resurrección de la cultura humana. La búsqueda desesperada de recursos o nuevas tierras de cultivo daría como resultado otra agresión al ecosistema ya muy dañado.

Si pensasen en el mar como medio de sustento verían como su producción estaría muy mermada, además las tempestades, mal estado de la mar y falta de combustible para la navegación moderna haría también difícil la subsistencia también las costas.

El hombre actual, en la mayoría de los casos, no conoce ni el medio natural ni cómo alimentarse de él, tampoco las técnicas más rudimentarias la tecnología (como obtener telas o herramientas), así que aunque los ecosistemas permitieran la vida humana, a duras penas si sabríamos aprovecharla.

La vida sería una vuelta a la prehistoria, en la que la mejor civilización humana se vería reducida a un conjunto de grupos de cazadores-recolectores en las islas del pacífico. Una civilización avanzada tras una seria guerra nuclear sería imposible ya que nuestros antepasados se sirvieron de recursos que tenían casi al alcance de la mano, así se comenzaron a usar los minerales (carbón, petróleo, cobre...) extrayéndolos de lugares en los que eran accesibles y abundantes. Tales sitios ya no quedan en el planeta, para obtener estos mismos minerales se requieren minas profundas y elaboradas tareas de refinado y purificación. Tras una era del reciclado y uso de materiales sobrantes de la civilización actual ya tan sólo se podría esperar una cultura prehistórica o clásica a lo sumo, la evolución de la humanidad detenida para siempre por sí misma mediante una guerra nuclear.

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